Contundente derrota en nuestro desplazamiento a Valladolid frente al líder del grupo.

Nuestro objetivo en este encuentro era mejorar la imagen ofrecida en nuestro anterior enfrentamiento, el cual se saldó con victoria del C.B. Valladolid por 95 puntos de ventaja. No estaba el listón muy alto y lo superamos con creces, perdiendo en esta ocasión por 50 puntos que se antojan excesivos para lo visto en el campo.

Tras un inicio de encuentro desolador con un parcial 11-0 en contra en 4 minutos, el choque se igualó. Siempre dominaron los pucelanos, que sin realizar un partido brillante aprovecharon su gran condición física para anotar en segundas opciones y dificultar nuestra subida de balón. Por nuestra parte hicimos una actuación correcta, cometiendo muchos errores pero intentado desarrollar nuestro juego.

En el tercer cuarto alcanzamos el mejor nivel del encuentro. El C.B. Valladolid ya no tuvo tantas facilidades cerca del aro y tuvo que lanzar desde lejos, aprovechando sus fallos para rebotear y correr. Sin embargo, el gran despliegue físico nos costó caro en el último periodo, momento en el que los vallisoletanos aprovecharon para hacer que la derrota fuera más abultada.

Continuamente vemos resultados abultados entre equipos de cantera de difícil explicación, más aún en una categoría como la junior. En esta primera jornada de la segunda fase nos ocurrió, desgraciadamente, a nosotros.

36 horas después, la experiencia del encuentro de ayer sigue siendo dolorosa. Pero, a largo plazo, puede llegar a ser beneficiosa e instructiva. En muchas ocasiones, jugadores y entrenadores tendemos a creernos únicos y especiales y suponemos que derrotas como las de ayer solo las sufren los demás. Incluso pensamos que llegado el momento ya encontraremos alguna solución improvisada que maquille el resultado final. La primera lección que debemos sacar es que sin constancia, sin trabajo y sin ilusión por jugar somos el más vulgar de los equipos, pues pocos conjuntos junior en Castilla y León que hayan luchado por los puestos de honor de la competición han sufrido una derrota semejante.

No hubo culpables pero sí causas que provocaron esta debacle. Desde el último encuentro de la primera fase no hemos conseguido entrenar con normalidad. Cualquier equipo lo constituyen entrenadores y jugadores pero es a la vez un solo ente que coge forma en los entrenamientos. No entrenar equivale, por tanto, a no ser un equipo no solo a nivel deportivo, sino a nivel psicológico y anímico. Ésta es sin duda otra lección que debemos aprender.

En este punto es justo decir en nuestra defensa que para que se produzca un resultado así todo debe salirnos mal y a nuestro rival bien. Y debemos pensar que el día que se produzca a la inversa seremos capaces de ganar al Blancos de Rueda, pues es difícil imaginar un escenario más desfavorable para nosotros. Desde el minuto 5 con 5-8 en el marcador los vallisoletanos jugaron un partido perfecto. Su presión apenas nos permitía pasar el medio campo, obligándonos a cometer 44 pérdidas. En ataque, a las canastas fáciles que generó su defensa se unió un increíble acierto desde todas las posiciones y ante cualquier defensa que planteáramos.

Esta situación hundió a nuestros jugadores y, como si de una enfermedad se tratase, el pesimismo se contagio de unos a otros. Lo mismo ocurrió con los visitantes pero a la inversa: los titulares cedían su sitio a los reservas sin que se resintiese su juego. Ni el descanso, ni los tiempos muertos, ni los ánimos de la grada cambiaron el guión de un encuentro en el que no se nos debería olvidar una obviedad: mientras gran parte de los integrantes de nuestro conjunto seguirá disputando esta categoría el próximo año, algún jugador del Blancos de Rueda podría ofrecer a día de hoy minutos de calidad en la ACB.